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miércoles, 12 de febrero de 2020

El adiós.

Hace un año, un 12 de febrero del 19 mi vida dio un giro. Era esperado, la agonía ya se había prolongado lo suficiente. Un adiós que me partió el alma en dos.

Hace un año se acabó mi andadura en la que había sido mi casa durante 10 años. Un proyecto que comencé con ilusión, en el que me dejé la piel, por el que luché sin parar. Muchas noches de alegría me dio, muchos momentos especiales pasé, muchos amigos conocí y muchas noches sin dormir me trajo.
Para mi no era un trabajo cualquiera, era como un hijo que tenía que cuidar, que tenía que sacar adelante, por el que me tenía que partir la cara. Un trabajo por el que luché y por el que crecí como persona y como profesional. No es fácil cumplir 10 años en un mismo lugar. Y nunca lo fue. En un mundo tan cambiante como la hostelería sabíamos que todo lo que sube, en algún momento tiene que bajar. Hoy estás en lo más alto de la popularidad, y al día siguiente estás en un hoyo, sin nadie a tu alrededor. Es la realidad. Debes estar siempre innovando, siempre invirtiendo, 24 horas al día pendiente, porque no se permite ni un momento de relajación. Gente que un día reía contigo al día siguiente te daba la espalda. Los negocios son así. Pero no guardo rencor a nadie. La vida es así.

Yo no tuve una despedida. No la quería. El último finde que trabajé sabía perfectamente que no regresaría jamás a esa barra, que iba a ser mi último servicio. Pero me lo guardé. Quería disfrutar de mis últimas horas al mando, con mis clientes, con mi música y disfrutar de mi trabajo como lo había hecho durante 10 años. Era mi despedida particular y nada ni nadie me la podía estropear (así fue).

Me quedo con los momentos buenos, que hubo, muchos. Me quedo con la gente que conocí. Me quedo con los buenos amigos que me trajo esta profesión. Me quedo con todo lo que aprendí, porque cada día aprendía algo.

A pesar de todo lo bueno, aún sigo con el alma partida. Hay gente que no lo entiende. Jamás lo podrán entender. Es algo que, en mi interior sigue doliendo. Mi vida dio un giro espectacular, para bien, eh. Gané calidad de vida, estabilidad. Disfrutar de todo aquello que antes no podía. Ver más a mi familia, amigos. A ellos les debo todo ese gran apoyo brindado en este difícil año. Gracias mil.

Pero aún así, como en las pelis de Harry Potter en las que Voldemort no se podía pronunciar, en mi interior aún me cuesta pronunciar su nombre. Porque para mi, Garoa es algo más que un bar. Ha sido parte de mi vida. Y siempre lo será.

P.D. Aún sigo llevando mi abridor en el bolso, por si algún día necesitan de mis servicios. Nací siendo camarera y moriré con el abridor en mi mano.

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